Este jueves eso cambió gracias a la sobria comodidad de Hernández. ¿Cómo agradecer a Pyeongchang el circuito creado? Los Juegos propusieron un trazado exageradamente ancho con saltos gigantes y el español supo que era su momento. Formado en las alturas del halfpipe, amante de los botes como pocos, desde las rondas clasificatorias apuntó a la medalla. En la tanda de formación hizo el mejor tiempo y ya todo fue casi rodado: sufrió en los octavos de final (se clasificó por tres centésimas), pero tanto en los cuartos como en las semifinales entró primero casi en solitario.
En la final, su camino no fue tan plácido pero tampoco padeció. Como en las tandas anteriores, su salida fue impecable y se colocó segundo por detrás del inalcanzable francés Pierre Vaultier. Vigente campeón olímpico y de la Copa del Mundo, el galo ya se sabía el máximo favorito, un extraterrestre, el referente del deporte, pero detrás había hueco para la gesta. Y ahí estaba Hernández. Sólo el australiano Jarryd Hugues pudo rebasarle en la primera parte de la prueba y una caída detrás suyo le otorgó directamente el podio.
Fuente: El Mundo