La llama olímpica ya ilumina los «Juegos de la Paz»

Las dos Coreas han escenificado su reciente distensión este viernes en la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, que se celebran en el Sur hasta el día 25. En una espectacular ceremonia en el estadio de Pyeongchang, a 180 kilómetros al sudeste de Seúl, los equipos de ambos países han desfilado juntos y bajo una misma bandera, la que representa en azul a la Península Coreana unida sobre un fondo blanco. Un momento emocionante porque el Norte comunista y el Sur capitalista llevan divididos desde hace más de seis décadas a la altura del Paralelo 38, la última frontera de la Guerra Fría.

Justo un día después de lucir sus misiles en un desfile en Pyongyang, el joven dictador norcoreano, Kim Jong-un, ha enviado a esta inauguración una delegación encabezada por el presidente del Parlamento y jefe de Estado honorario, Kim Yong-nam, y su hermana y mano derecha, Kim Yo-jong. Sentados en la tribuna de autoridades tras el presidente surcoreano, Moon Jae-in, han coincidido con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. Pero este ha eludido todo contacto con ellos e incluso evitó estrechar la mano y mirar a los ojos a Kim Yong-nam durante la cena de gala ofrecida a los mandatarios invitados. Además, solo permaneció cinco minutos en dicha recepción oficial y luego se marchó, según recoge la agencia Yonhap.

Frente al diálogo que propugna el presidente surcoreano, Pence se reunió con él y le recordó que la Casa Blanca seguirá ejerciendo la máxima presión sobre Corea del Norte para que renuncie a su programa de armas atómicas. Con una visión completamente distinta a la de Moon Jae-in, el vicepresidente estadounidense recibió a cuatro desertores norcoreanos, que le relataron las torturas y calamidades sufridas bajo el régimen estalinista de Pyongyang. Además, y dejando bien claras sus intenciones, ha viajado a Corea del Sur acompañado de Fred Warmbier, el padre del joven que falleció en junio tras pasarse más de un año en coma después de ser condenado a trabajos forzados por robar un cartel de la propaganda en el hotel de Pyongyang donde se alojaba.

Aunque el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, coincide con Pence en su línea dura contra Corea del Norte, sí estrechó la mano de Kim Yong-nam y entabló conversación con él durante la cena de gala.

Por su parte, el presidente surcoreano se mostró muy cordial con la delegación del Norte y, además de saludar a la hermana de Kim Jong-un en el palco del Estadio Olímpico, almorzará este sábado con ella y el resto de su comitiva. Se supone que en esta visita, la primera que un miembro de la dinastía Kim efectúa a Corea del Sur en las tres generaciones que lleva en el poder, la hermana del dictador le hará llegar un mensaje personal para seguir adelante con el deshielo entre ambas partes.

«Los atletas de las dos Coreas trabajarán juntos por la victoria, y eso resonará y será recordado en el corazón de la gente de todo el mundo como un signo de paz», se congratuló el presidente del Sur en el acto previo a la ceremonia, informó su Gabinete.

Al margen de estas diferencias políticas con la Administración Trump, la ceremonia de apertura fue un espectáculo fastuoso de luz y color donde los equipos del casi centenar de países participantes desfilaron al son de clásicos del “K-pop” (“pop” coreano), como “Gangnam Style” o “Hand in Hand”, himno oficial de los Juegos Olímpicos celebrados en Seúl en 1988. En medio de este ambiente festivo, el tema principal fue la paz, tan necesaria en la Península Coreana después de años y años de tensión militar. Junto a las habituales actuaciones musicales de estas galas, destacaron varios momentos especialmente emotivos que hicieron olvidar el frío que hacía en Pyeongchang. Además del desfile conjunto de las dos Coreas, que puso en pie al estadio, los 35.000 espectadores se estremecieron con la canción “Arirang”, un himno tradicional que une al Norte y al Sur. De igual modo, una versión del “Imagine” de John Lennon culminó con mil residentes de PyeongChang dibujando con velas una paloma de la paz.

Después de que el presidente Moon declarara inaugurados los XXIII Juegos de Invierno, la antorcha olímpica hizo sus relevos finales dentro del estadio portada a cuatro manos por deportistas del Norte y del Sur. Al final de una escalera que ascendía hasta el pebetero, la última pareja mixta se la entregó a la “Reina” del patinaje artístico surcoreano, Kim Yu-na, quien lo encendió iluminando la fría noche de Pyeongchang. Con su fuego comienzan los ya bautizados como Juegos de la Paz, donde la medalla de oro más preciada sería cerrar la última herida que queda de la Guerra Fría.

Fuente: abc.es